Participación colectiva en aquello que afecta a nuestras vidas

Esta es la intervención de Maite Darceles en la Escuela Som Energia 2020, jornada dedicada a “Cómo generar estrategia de forma colectiva: el reto de las empresas participativas”. 07/11/2020.

Creo que actualmente se da una cierta descompensación entre la idea de libertad que tenemos, libertad sobre nosotras mismas, y las condiciones reales en las que se puede ejercer esa libertad. Una antepasada mía que naciera en un caserío de Gipuzkoa, probablemente tendría menos sensación de libertad que yo para decidir sobre su vida. Sin duda tenía muchas menos opciones a su alcance. Pero dentro de las que tuviera, dentro de su estrecho marco, su libertad quizá fuera bastante amplia, bastante profunda. Libertad poco extensa, pero intensa. Quizá.

Ahora parece que,en teoría, la libertad que tenemos es enorme, extensísima. Por ejemplo, el discurso publicitario, que influye decisivamente en la formación de nuestras identidades, también el de los medios masivos, es de libertad y, en gran medida, de igualdad. Pero luego, en el momento de ejercer esa libertad, nos damos cuenta de que estamos determinadas o condicionadas por multitud de cosas sobre las que no tenemos ninguna capacidad de decisión ni de acción. Y, además, no tenemos la menor idea de cómo se pueden cambiar –o ayudar a cambiar– la mayoría de las cosas que creemos que no van bien. [Un ejemplo: la idea cada vez más extendida de que la gente ya no lee, y por tanto no merece la pena escribir, como si tuviéramos otra forma mejor para elaborar ideas que nos ayuden a avanzar…]

La sensación de que necesitamos reapropiarnos de aquello que afecta a nuestras vidas es algo general, una meta común de muchísimas personas que habitamos el planeta en este siglo XXI. Por el tipo de conversaciones cotidianas, parece, además, que toda esta crisis de la COVID-19 está generando más conciencia colectiva sobre este tema, sobre la necesidad de reapropiarnos de aquello que afecta a nuestras vidas. ¿Qué es lo que más ha cambiado?

Vivir hoy, en el siglo XXI, supone participar en una interconexión, una red de intercambios, de trabajo, de cooperación… inimaginable hace unos siglos. Esto que estamos haciendo ahora: decenas, (cientos) de personas geográficamente dispersas y conectadas a través de estas tecnologías… La tecnología es conocimiento acumulado –trabajo teórico, científico…, acumulado– pero es también trabajo de miles y miles de personas que termina incorporado en los “chismes” –permitidme la expresión– que utilizamos, y todo el trabajo que ha sido necesario para ello: desde quien ha participado en la extracción del mineral necesario para las baterías de nuestros portátiles, al equipo encargado de su diseño técnico y de su apariencia exterior. Las personas que limpian sus oficinas, las personas que trabajan en la cafetería donde comen. Las personas encargadas del transporte, las del mantenimiento de carreteras o de las instalaciones o servicios portuarios. Las que hacen las facturas y las nóminas, las que recaudan impuestos… podríamos pasarnos una vida entera, si lo quisiéramos –y pudiéramos– hacer con riguroso detalle, enumerando trabajos interdependientes, relacionados directa o indirectamente con esta sesión de hoy. Estamos inmersas en una gigantesca red de relaciones comerciales –por desgracia, desiguales– a través de las cuales llegan a nuestras manos los productos y servicios que diariamente, tanto en el ámbito profesional como personal, utilizamos.

En el día a día nos damos cuenta de que hay muchas cosas que no nos gustan, que nos gustaría que fueran de otra manera… Pero esta red de interconexión es tan grande, todo es tan interdependiente… Y están operando las lógicas de poder… monstruosas lógicas… Es difícil encontrar espacios donde podamos influir de verdad en esta gigantesca red, se nos escapa por todas partes.

Cuando nos enfrentamos a algo muy complejo cuya globalidad nos desborda, nos excede, nos sentimos incapaces, impotentes, frustradas… Necesitamos poder identificar partes en las cuales podamos influir de forma intensa, aunque no lo hagamos de forma tan extensa. [Las redes sociales nos ofrecen fundamentalmente lo contrario: podemos llenar de megustas y dar apoyo a muchas iniciativas con simples clics. Pero esa forma de participación es superficial y dudo mucho que tenga ningún potencial transformador, ni individual ni colectivamente.]

Normalmente, nuestra capacidad de influencia es nula o escasísima si lo hacemos en solitario y nos quedamos ahí. Necesitamos unirnos a otras personas, desarrollar iniciativas colectivas, crear redes… para poder generar alternativas reales, eficaces. Y no quedarnos en la queja…

Som Energia es un ejemplo de esto. Una cooperativa de personas consumidoras y usuarias de energía que funciona y se mueve en el sector eléctrico con unas claves y lógicas distintas, muy distintas, a las habituales. Lo habitual son empresas cuyo poder de decisión está muy concentrado y orientado a un único objetivo: la maximización de beneficio. La relación entre la calidad del servicio y el precio que la persona consumidora paga está supeditado al objetivo de la maximización del beneficio. Lo mismo ocurre con el hecho de que el modelo productivo y de consumo energético sea o no sostenible desde el punto de vista ecológico. Esta servidumbre a la maximización del beneficio hace que el marketing y la comunicación adquieran un significado distinto a lo que leeríamos en cualquier manual: se trata de disfrazar lo que realmente es en lugar de una herramienta para comunicar la esencia de lo que es. Tan es así en muchas empresas e instituciones, que hablar de “marketing” o de “comunicación corporativa” suele generar muchos recelos.

Pero aquí estamos en otro escenario. Som Energia es una cooperativa sin ánimo de lucro. No puede perder dinero, porque haría inviable el proyecto y lo abocaría a la desaparición, incluso ha de tener un beneficio para poder invertir en su propio crecimiento y en proyectos de generación de electricidad de mínimo impacto medioambiental. Y ha de tener un funcionamiento eficaz y eficiente para dar un buen servicio. Pero ganar dinero no es para nada su objetivo principal, su objetivo principal es más bien ayudar a la transformación del modelo energético: ofrecer una alternativa a la necesidad de consumo eléctrico de hogares y empresas, así como constituirse en un espacio de reflexión y acción para desarrollar discursos e iniciativas que vayan en este sentido transformador.

Os propongo una tabla en la que comparo la empresa típicamente capitalista y la empresa social, humana, transformadora…

Si nos fijamos en la línea del PODER. En la empresa –grande– típicamente capitalista, el poder está muy concentrado, orientado a la maximización del beneficio, y quienes se lucran de este beneficio son principalmente quienes concentran el poder.

En el tipo de empresa u organización alternativa, se reconoce el poder de decisión, por ejemplo, en nuestro caso, por ley, a todas las personas socias… 68.210 personas socias. Pero, además, el proyecto no lo podemos construir contando solo con la voz de las personas socias, también hay otras personas en la órbita de la organización, que tienen mucho que decir:

La intensidad en la que las personas que están detrás de estas casillas participan y quieren participar en el proyecto es muy distinta. Habrá personas socias que no participan en nada, que ni siquiera leen la información que se les hace llegar: Som Energia les suena bien y no tienen mayores pretensiones… De estas habrá muchas, sin duda. Otras personas son muy activas y aprovechan las oportunidades que se les ofrecen… Y habrá personas que quieren más, siempre más… También tiene que ver con etapas vitales…

Cuando hablamos de participación… es un concepto muy amplio, no siempre es autoexplicativo, no siempre queremos decir lo mismo… Hay distintas formas de participar: desarrollar tareas es participar, tomar decisiones también lo es, aportar ideas… Entonces, ¿qué significa? Voy a reflexionar sobre lo que significa participar:

¿Qué significa participar?

Desde la perspectiva individual, desde una misma:

[Siento que participo cuando] me siento parte de algo que merece la pena, me aporta, me enriquece y… siento que aporta a las personas usuarias, a la sociedad… Percibo que las cosas se hacen de una manera que me hace sentir bien, orgullosa de ser parte de esto. (Sí, creo que no nos solemos sentir partícipes de aquello que no nos gusta cómo funciona).

Cuando estoy informada, aprendo cosas, me enriquezco.

Cuando sé qué debería hacer si tuviera una buena idea conectada con este proyecto. Sé qué canales puedo utilizar para hacer llegar esta idea a quien la pudiera utilizar o con quién podría ponerme a trabajar para madurarla o cómo conseguir contactar con otras personas con las que pudiera contrastar y desarrollar la idea…

Cuando participo en las decisiones que creo que me corresponden.

Y, sin duda, participo cuando trabajo, cuando desarrollo tareas (en función de los compromisos que haya adquirido en la organización, o con las personas con las que estoy desarrollando alguna iniciativa, etc.).

Desde la perspectiva colectiva, desde la visión de la organización:

Una organización participativa es lo opuesto a una organización de poder concentrado. Supone: poder distribuido (desigualmente distribuido), orientación a la transparencia y comunicación auténticapermeable a las aportaciones valiosas de las personas.

Una organización participativa es una organización donde las personas encuentran el nivel de participación que buscan y el sistema organizativo no es un límite o un obstáculo a la participación intensa, sino lo contrario: está orientado a ello, lo busca, lo persigue, lo favorece.

Si estamos de acuerdo en esto, también lo estaremos en que el quid está en cómo se consigue, cómo se avanza hacia una organización realmente participativa, intensamente participativa (no participativa de manera superficial o marketiniana, como argumento de venta…).

Existe una gran carencia de conocimiento sobre organización. Necesitamos un desaprendizaje y una transformación conceptual para ayudar a las organizaciones y empresas a desarrollarse de manera participativa y transformadora.

A nosotras (en Hobest) nos ayuda mucho el siguiente esquema:

El equilibrio estable es el contexto en el que nada nuevo emerge, no hay fuerzas inmanentes, de cambio, iniciativas… Si las hay, son anuladas, reducidas. La organización se rigidiza, se vuelve tan estable, inmóvil que deja de estar conectada a su entorno: en el límite, muere.

El equilibrio explosivo es el contexto en el que lo nuevo, las iniciativas, las ideas no son atraídas por ninguna fuerza de la organización, y por tanto, se disipan… Se disipan las ideas solas o sus actores se van desmembrando hacia entornos en los que pueden desarrollarlas. La organización se va desintegrando… y puede que, a la vez, lo que quede de ella se vaya orientando hacia el equilibrio estable.

La zona caótica es el contexto en el que la organización se desenvuelve de manera exitosa: acoge propuestas, se enriquece de ellas, se conecta con otras iniciativas… Se va desarrollando y transformando en función de su propia inmanencia, de lo que surge en su seno, de la participación de las personas de su órbita. Los límites entre lo que queda dentro y fuera de la organización se desdibujan. La organización se nutre de lo que sucede en su entorno.

Supone: 

  1. la existencia de atractores: elementos organizativos suficientemente atrayentes, aglutinantes;
  2. la existencia de lo inmanente, de lo emergente (que se permite, no se apaga); y
  3. gestión organización

1) ELEMENTOS QUE AGLUTINAN:

Lo que más aglutina en relación a un proyecto es que las personas sientan que comparten su esencia, significados ampliamente compartidos, también que sientan que las cosas se hacen bien y que lo que se hace está alineado con esta esencia que comparten.

A nivel de la organización, necesitamos tener clara nuestra misión, nuestro propósito, nuestra razón de ser. Nuestras ideas fuerza. Y también algo más concreto a modo de retos estratégicos. Cuanto más compartido sea todo esto, más nos aglutina el proyecto.

¿A quién corresponde definir esto? ¿A quién corresponde participar en la definición de esto?

Por descontado a la titularidad, en nuestro caso, a las personas socias de la cooperativa. Además, desde un punto de vista democrático, humano y además práctico, las personas que trabajan en la organización también debieran participar en esta definición. De hecho, así lo hicimos: a través de un amplio grupo de personas socias, miembros del CR y personas del equipo técnico, incluida la gerencia.

Sería imposible desarrollar un proceso de participación intensa con más de 68.000 personas. Lo importante es que el grupo sea diverso, suficientemente amplio, y que se trabaje de forma intensa, profunda, hasta llegar a unas bases comunes, consensuadas, compartidas.

Una vez que se llega a las conclusiones, esto no supone que el trabajo haya terminado. A partir de ahí, se ha de desarrollar un proceso de información y debate en el que se ofrezcan formas de participar a todas las personas de la órbita de Som Energia. El grupo primero –amplio, pero reducido– trabaja sobre una hoja en blanco (o partiendo de lo ya hecho en procesos anteriores), a partir de ahí se trabaja sobre el esbozo.

Trabajar este tema periódicamente a nivel de toda la organización es básico. Y es necesario hacerlo desde un grupo que coordine y oriente el proceso, con la ayuda de personas expertas, si hace falta, pero es necesario que las bases del proyecto vayan adaptándose.

2) DAR ESPACIO A LO EMERGENTE:

Dotarse de mecanismos, muchos, variados, poco formales, nada burocráticos… que funcionen. Contextos en los que las personas que quieran aportar ideas, trabajo, conocimiento… encuentren espacios de coordinación, colaboración, organización para poder compartir, conectar, madurar, desarrollar sus ideas.

No organizar sistemas para que todas las personas puedan participar por igual, concibiendo a las personas como si fueran iguales, sin atender a su diversidad de todo tipo. Lo realmente interesante es cómo hacer que las aportaciones valiosas se desarrollen conectadas a la órbita de la organización.

Tanto para desarrollar los elementos que aglutinan como para dar espacio a lo emergente necesitamos:

3) GESTIÓN, GESTIÓN, GESTIÓN – ORGANIZACIÓN, ORGANIZACIÓN, ORGANIZACIÓN:

Menospreciar la gestión, la dirección, la coordinación, incluso la organización: no dar importancia a todo esto nos acerca hacia el equilibrio explosivo, a la desintegración. Los sistemas participativos, por muy autogestionados que queramos que sean, requieren de mucho trabajo de coordinación, gestión, comunicación… para que funcionen.

Diría que esta tendencia de no darles importancia –muy habitual– tiene que ver con que las personas tienen pocas referencias de gestión, dirección o coordinación que no sean las del modelo imperante (de concentración de poder). Con lo cual, a falta de referencias que nos encajen en un modelo transformador, genera recelo.

Es necesario entenderlo como imprescindible: un trabajo en equipo entre los distintos órganos y espacios de gestión. CR, Gerencia, distintas áreas y ámbitos, equipos de trabajo y de proyecto, GTT, Grupos Locales…

Tenemos un gran reto ante nosotras: no temer a la participación, es algo natural, deseable.

Huir, por supuesto, de un uso instrumental y de abordarlo de manera superficial. 

Orientarnos a un modelo participativo de verdad, hacia contextos de participación profunda y fomentar la reflexión y la formación de las personas de nuestra órbita sobre la complejidad que entraña todo esto y sobre el reto apasionante que tenemos ante nosotras: tenemos mucho que aprender colectivamente sobre cómo hacerlo, y el mundo será muy diferente cuando lo vayamos aprendiendo y aplicando.


Aquí toda la información sobre esta jornada y la Escuela de Som Energia 2020. 

https://www.somenergia.coop/ca/participa/escola-de-som-energia/Noticia disponible en su blog sobre la 9º edición de la escuela de Som Energia.

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